viernes, 24 de mayo de 2013

La emigración en Marruecos



En España relacionamos a Marruecos con los emigrantes y es verdad que en ese país la emigración está presente en la vida diaria.

De sus 33 millones de habitantes, más de 4 millones viven en el extranjero aunque hay quien habla de 5 millones.

Para hacernos una idea de la importancia de la emigración en el país basta señalar que han creado un Ministerio especial dedicado a la emigración que se denomina ¨De los Marroquíes Residentes en el Extranjero (MRE) ¨ y que las transferencias que los emigrantes ordenan desde otros países son, junto con el turismo, una de las principales fuentes de entrada de divisas en el país. Por cierto que una de sus principales reivindicaciones en las negociaciones con la U.E. siempre ha sido reducir las altas comisiones que se llevan los bancos occidentales por las transferencias.

Es posible que oigas una versión curiosa y cariñosa de la historia de la emigración marroquí a Europa con la que se sienten muy a gusto. Viene a decir algo así como que en una primera fase fueron a luchar junto a las tropas francesas para liberar a Europa de los fascismos. En una segunda fase fueron a ayudar a la reconstrucción de las ciudades europeas que habían quedado destruidas por los efectos de la segunda guerra mundial y la tercera fase fue para ayudar a levantar la economía europea porque les faltaba mano de obra. Esta es una versión entrañable aunque la realidad es algo más complicada.

El fenómeno comenzó en la década de los  60. Con la independencia de Argelia las empresas francesas regresaron a Francia y muchos trabajadores marroquíes emigraron con ellas. Lo mismo sucedió en Marruecos cuando los franceses, después del protectorado, se llevaron con ellos a los primeros emigrantes.
En 1.960 salieron de Marruecos 8.000 emigrantes, en 1.970 el número aumentó hasta alcanzar los 15.000 y en 1.975 se contabilizaron 30.000 salidas. Su destino era  Europa, principalmente Francia, Bélgica y Holanda.

A España comenzaron a llegar en los años 80, se consolidó como destino en los 90 y vivió un “boom” al abrigo de la bonanza económica del periodo 2000 - 2010.

En 1.985 constaban registrados 6.000 ciudadanos marroquíes en España, en 1.990 ya eran 16.500.  En 1.995 ascendió el número hasta llegar a los 75.000,  en 2.000 llegaron a ser 200.000 y actualmente están censados 850.000.

España ya es el segundo destino de los marroquíes residentes en el extranjero por detrás de  Francia (1.200.000) y seguida de Italia (500.000), Bélgica (300.000), Países Bajos (270.000) y Alemania (125.000).

Otros destinos elegidos por los marroquíes  son los Emiratos Árabes, EEUU y Canadá.

La emigración a EEUU es más curiosa y se conoce popularmente como “la lotería americana”. Cada año se ofrecen 5.000 plazas, se presenta la solicitud por internet, se sortean las plazas entre los demandantes de empleo y el que tiene suerte recibe una carta que, previa presentación de los papeles y el pago de 500 dólares, le otorgará un visado hacia “el sueño americano”.

La emigración a los Emiratos Árabes es más prosaica y lleva directamente trabajos en el servicio doméstico, aunque también van artesanos detrás de los buenos sueldos.

En una reciente encuesta realizada por la Fundación para la Formación de la Comisión Europea entre 4.000 ciudadanos de más de 18 años, el 42% de los encuestados expresaba su interés por emigrar. Curioso un país en el que el 42% de su población no descarta irse, máxime si se tiene en cuenta que a la semana siguiente otra encuesta decía que el 56% estaba satisfecho con la situación de su país. No dejarán nunca de sorprenderte.

Atención, porque por muchos años que lleven en el extranjero nunca dejarán de ser marroquíes. No se puede renunciar a la nacionalidad marroquí. Así de claro y contundente.

Cuando caminas por la calle y te paras a hablar con ellos, es habitual que te comenten que han estado en Francia o en Italia,  y cuando se enteran que eres español te explican que tienen familia en Cataluña, en Andalucía, en Valencia o en Aragón. Casi inevitable pero a su vez entrañable.

También te pedirán si les puedes conseguir un visado porque en este país, en el que es necesario el visado para salir de él, se transforma en el preciado objeto del deseo, en el pasaporte a un mundo de oportunidades.

Ahora las cosas están cambiando. Son muchos los subsaharianos que, valorando como más favorable la situación de Marruecos que la de sus países de origen, deciden instalarse de manera estable en el país, al que llegaron bien de forma regular para una estancia temporal o bien ilegalmente como país de tránsito pero, ante la imposibilidad de acceder a Europa, deciden quedarse.

Los principales países de procedencia son  Nigeria, Senegal, Camerún, Ghana, Gambia, Mali  y Costa de Marfil y conviene no olvidar que hay 2.500 kms. de frontera con Argelia con gran permeabilidad.

La presencia de subsaharianos en Marruecos ya ha abierto el debate social;  empiezan a hablar del “peligro negro” y de los problemas que está creando la inmigración. Hace poco, un medio titulaba un reportaje sobre el tema con la pregunta “¿Somos racistas?”.

Nada nuevo en el horizonte, la historia se repite,  así es y ha sido siempre. Como dicen ellos: “Todos somos emigrantes, los hombres, los animales y las plantas”. Y no les falta la razón.




martes, 14 de mayo de 2013

El hammam



El hammam es una institución y un clásico en Marruecos.

Todo empezó cuando los árabes conquistaron Siria, conocieron las termas romanas, les gustaron y decidieron incorporarlas a su cultura como baños árabes.

Su práctica se extendió a partir del siglo VII con el profeta Mahoma al que gustaba este tipo de baño hasta el punto de promoverlo y recomendarlo, convencido de que era una práctica saludable que aumentaba la fertilidad y así ayudaba a la reproducción de los creyentes.

A partir de ese momento adquiere un significado religioso como baño purificador antes de ir a la mezquita a rezar y, poco a poco, se irá transformando en un elemento esencial para la vida social en el islam.

En Marruecos lo introducen los almohades, una dinastía piadosa, obsesionada por la pureza y la limpieza. Al llegar al poder, hacia el año 1.150, construyen numerosos hammams  (solo en Fez construyeron 83).
En un principio estaban junto a las mezquitas, luego se fueron multiplicando hasta el punto que formó parte de los lugares esenciales du cualquier barrio: una fuente, un horno de pan, un hammam y una mezquita. Toda una lección de urbanismo social.

Reservados en un principio a los hombres, enseguida lo hicieron suyo las mujeres como su punto de encuentro, casi el único que estaba bien visto para ellas. El lugar, entre otras muchas cosas,  permitía a las madres elegir la futura esposa para sus hijos o a las casaderas profesionales elegir a las mejores jóvenes listas para el matrimonio.

En Marruecos  el hammam es para las mujeres el equivalente a los cafés para los hombres.

El horno de leña que calienta el suelo y el agua  se utiliza también para la preparación del los “tanjias” que es un plato del sur en el que la carne se cuece lentamente dentro de un recipiente de barro. Para el “mechoui”, que es un espléndido cordero asado a fuego lento, utilizan los hornos de pan que hay en los barrios.

Al hammam hay que ir, al menos, una vez por semana y preferiblemente los jueves para preparar la visita a la mezquita del viernes.

El ritual comienza con una estancia de 15 a 30 minutos en la sala caliente a unos 40º de temperatura. La sudoración te abrirá los poros y preparará la piel para una limpieza en profundidad.  Luego te aplicarán por todo el cuerpo el jabón negro hecho a base de aceite de oliva, potasio y aceitunas negras maceradas que le dan el color. Su finalidad es eliminar las toxinas que acompañan a la sudoración y  hacer aflorar las células muertas preparando la piel para una exfoliación profunda. Después viene el “gommage” una friega fuerte, al límite del dolor, con un guante de crin llamado “kis” que encontrarás por todas partes e incluso para los más valientes con una piedra porosa. El “gommage” dura entre 15 y 20 minutos y su finalidad es la eliminación de las células muertas de la piel. Personas con piel sensible abstenerse. Después te limpiarán con agua caliente vertida con un cazo de cobre por todo el cuerpo.

La piel ya está lista para la aplicación del “ghassoul” que es una arcilla de origen volcánico procedente del medio Atlas con propiedades purificantes, antioxidantes y suavizantes. Te cubrirán el cuerpo, lo dejarán que actúe unos 10 minutos y te lo eliminarán con agua tibia. Te dejarán la piel suave y brillante.

Lo ideal es que luego te hagan pasar a una sala de reposo donde podrás descansar cubierto de toallas y beber el té a la menta bien caliente o zumo de naranja.

Hammams hay de varios tipos. Los de los hoteles que están pensados a los extranjeros son caros y no encontrarás marroquíes. Tú mismo. Los de las peluquerías y clubs deportivos o gimnasios son los más recomendables para los extranjeros. Limpios y con muy buen servicio. Se mezclan los autóctonos con los foráneos. Y los de barrio, que son los más auténticos y deberías probarlos. No exhiben carteles por lo que tendrás que preguntar dónde están situados. Solo encontrarás autóctonos, su precio para entrar es de alrededor de 15 dhs,  gommage aparte y su horario es de 06 a 10 horas para hombres, de 10 a 20 horas para las mujeres y de 20 a 24 horas para los hombres.

Mientras los hombres se caracterizan por llevar siempre cubiertas sus partes y su extrema pudicia incluso en el vestuario, explican que las mujeres en el hammam llaman la atención por su desnudez, su familiaridad, sus conversaciones de elevado tono y sus confesiones íntimas que te harán enrojecer.

Conclusión, todo un ritual que harás bien en conocer y disfrutar. Luego tú decides si quieres repetir.




lunes, 6 de mayo de 2013

Merzouga



Si vas a vivir a Marruecos  tendrás que ir a Merzouga. Es igual que te apetezca o no. Si no vas no se creerán que hayas vivido en Marruecos o te tomarán por alguien raro.

Merzouga para los que van a vivir a Marruecos es el desierto.

Te recomiendan ir en primavera o en octubre. Aunque cada vez hay más europeos que van a pasar el fin de año por lo de sitios exóticos o para poderlo explicar porque es verdad que pasar el fin de año en el desierto debe tener su magia.

Si el punto de partida es Rabat, deberás tomar la carretera hacia Fés. Si vas en primavera lo primero que te sorprenderá es ver a pié de carretera unas pirámides de bolas irregulares cubiertas de tierra. Si paras y preguntas te dirán que son trufas y que cuestan 20 euros el kilo. Si las compras, cosa que no podrás evitar, cuando llegues a casa comprobarás que no son exactamente como tú las imaginas pero a este precio no hay sorpresas. De ti dependerá sacarles más o menos partido, pero aviso, cuesta encontrarles el sabor esperado.

Siguiendo el camino pasarás por Azrou, la capital del cedro. Poco que ver a menos que quieras hacer excursiones a pié para ver los frondosos bosques. 

Para comer procura parar en Zaida. Recuerda a aquellos sitios que había en España antes de construir las autopistas y en los que todo el mundo paraba a comer. El pueblo no tiene nada más que una inmensa retahíla de puestos a uno y otro lado de la carretera con los corderos colgados y al lado, rudimentarios restaurantes con brasas para prepararlos. Tú eliges la parte y ellos te la prepararán a su punto que siempre es más bien hecho que crudo.  Detenerse en Zaida para comer es una tradición  que no deberías saltarte.

Llegarás a Midelt, famosa por sus manzanas, por la amabilidad de sus gentes y por estar rodeada de altas montañas en pleno Atlas. Te explicarán que nieva en invierno, que hace mucho frío, que todos tienen reuma y artrosis y que van a Merzouga a hacer baños de arena en verano, que es lo único que les alivia.

Al bajar hacia el desierto pasarás por Er-Rashidia donde lo más importante es el nombre y la arquitectura. Sobre el nombre te explicarán que hace muchos años, los peregrinos de la región que iban a La Meca eran acogidos por la familia de los alauitas, descendientes del Profeta. Un día, un grupo de ellos le pidieron al jefe de la familia, Mulay el-Kassim, que uno de sus hijos fuera su guía espiritual. Éste, reunió a sus siete hijos y les preguntó “si alguien te hiciera daño, ¿cómo reaccionarias?”. Seis de ellos respondieron apelando al honor y a la venganza. Sólo el menor, Hassan, respondió “yo le haría el bien hasta que mi bien venciera sobre su mal”. De esta manera y por esta respuesta fue elegido para acompañar a los peregrinos marroquíes hasta Tafilalet y ser su guía espiritual. Cuatro siglos más tarde, en 1.666, su descendiente Mulay Rashid sería el primer alauita en reinar en Marruecos. Hoy la dinastía alauita vuelve a reinar en Marruecos con Mohmed VI. En 1.979 esta joven ciudad recibió el nombre de aquel primer sultán alauita.

Sobre la arquitectura señalar que no hay construcciones en altura, que los colores son ocres, que está toda amurallada, llena de jardines  y que es un ejemplo de urbanismo bien hecho. Dan ganas de quedarse por su armonía aunque la ciudad sea relativamente reciente.

Después viene Erfoud, la capital de los dátiles. Son de un tamaño considerable, de piel brillante y te los venderán en cajas de dos kilos. Muy alimenticios y probablemente el mejor acompañamiento para un buen té a la menta.

Te ofrecerán jarabe de dátil, mil y un medicamentos naturales a base de dátil que curan casi todas las enfermedades y café hecho con huesos de dátil tostados. El vendedor con una sonrisa te dejará caer que “los dátiles son la viagra de los bereberes”.

En octubre se celebra en la localidad la Feria Internacional del Dátil pero no es fácil concretar si cada año eligen a una reina del dátil.

Al final llegarás al oasis de Merzouga que es a donde querías ir, a donde empiezan el desierto y las dunas del Erg Chebbi. Detrás la nada, la inmensidad del desierto.

Te contarán que las dunas son el castigo de Dios a los habitantes del oasis cuando hace muchos años rehusaron acoger a una mujer y a sus hijos mientras celebraban una fiesta. Una gigantesca tormenta de arena cubrió al pueblo para siempre. Dicen que de vez en cuando se oyen gritos del fondo de las dunas. Son los antiguos habitantes que piden perdón.

Deberás alojarte en “Alí, el cojo” (www.alielcojo.com) que es donde se alojan  los españoles. No hay lujos, pero no falta nada y te encontrarás como en familia. Te informarán de todo y te organizarán lo que quieras pero sin agobiarte. Si tienes suerte hasta podrás desayunar pan con tomate y jamón que deberás cortártelo tú de una esplendida pata que preside el comedor desde primera hora de la mañana hasta que se acaba. Las cervezas o el vino te los tendrás que traer en el coche. Ellos ponen la nevera.

Cada vez que les des prisa te contestarán “Un hombre con prisa es un hombre muerto” lo que en el desierto probablemente sea verdad.

Tendrás que subir a lo alto de una duna para ver el alba o la puesta de sol. En poco rato descubrirás todas las gamas de colores desde el rojo hasta el ocre. Una auténtica sinfonía cromática en silencio y en medio de la inmensidad. Cruza los dedos para que no haya nubes en el horizonte que estropeen el espectáculo.

Podrás ir en camello o pernoctar en una jaima. Pero te aviso, también es un paraíso para los motoristas y el ruido de las motos pueden romper el encanto.

Y si es en verano, te recomendarán los baños de arena. Consisten en enterrarte de cintura para abajo o más si te atreves, en la arena caliente. Tú decides cuanto tiempo. Y luego te cubrirán con una manta y deberás beber mucho té a la menta. Esto varias veces al día y durante tres días explican que es ideal para el reúma e incluso para adelgazar.

Para el regreso ten cuidado. Alguien con buena intención te sugerirá que regreses por Marrakech y salvo que tengas varios días o te guste mucho conducir, harás bien en evitarlo porque te encontrarás con más 120 kilómetros de curvas para cruzar la inmensa y tortuosa cadena montañosa que es el alto Atlas.