Si
llegas a Marruecos en coche, coges la autopista y al parar en un área de
servicio para tomar algo compruebas que está cerrada y hay varios marroquíes
durmiendo bajo la sombra de un árbol es que has venido en Ramadán.
El
Ramadán es uno de los pilares del islam, es el mes del ayuno y no puedes ni
debes comer, beber o fumar desde la
salida hasta la puesta del sol. Deben cumplirlo todos los musulmanes, tanto los
hombres como las mujeres y solo quedan al margen los niños, las mujeres
embarazadas y los enfermos. Pero los
niños quieren hacerlo porque así se parecen a los adultos.
Ellas
no pueden maquillarse ni perfumarse ni llevar faldas cortas durante el día lo
que da un aspecto algo más triste al paisaje urbano.
Te
explicarán que es un período de purificación espiritual, de renuncia a las
comodidades y de acercamiento a los que pasan hambre, pero en Marruecos se ha
transformado en toda una tradición, en todo un fenómeno social que nadie
cuestiona, al menos en público, y del que se sienten orgullosos.
En
el año 2009, un grupo alternativo en defensa de la libertad individual y en
protesta contra el dogmatismo religioso empezó colocando sus fotos en Facebook
con la leyenda “nosotros no hacemos el ayuno” y llegó a convocar a sus
seguidores a comerse un sándwich en público. La cita era en la estación de
Mohamedia, equidistante entre Casablanca y Rabat, y al bajar del tren había 100
policías esperándoles. Ellos eran 10. Todo acabó con su detención por razones
de seguridad y un gran revuelo mediático del que se recuerda un titular
memorable que decía “100 policías contra 10 sándwiches”. Conclusión, poca broma
con el ramadán.
Muchos
te dirán que los demás no siguen el ramadán, que en sus casas comen, pero que
ellos sí que hacen el ayuno. Lo cierto es que no hay estadísticas sobre su
seguimiento pero sospecho que si se hiciera una encuesta todos contestarían que
si porque lo realmente importante es vivirlo y en esto todos coinciden.
En
estos tiempos en que se habla tanto de la cultura del esfuerzo es cierto que el
ayuno del ramadán es un ejercicio de fuerza de voluntad y de disciplina inmenso
y que merece ser valorado. Todas las religiones monoteístas han practicado o
promovido el ayuno de una u otra forma.
Notarás
que se acerca el Ramadán porque en los medios de comunicación se informa de los
esfuerzos que está haciendo el gobierno para que no suban los precios de los
productos básicos para las comidas del Ramadán. Pero los precios suben cada año
a pesar de lo que diga el gobierno.
La
fecha exacta depende de la fase lunar o del croissant como le llaman por
aquí. Hará falta esperar hasta la puesta
del sol y ver la luna para conocer la fecha exacta con pocas horas de
antelación. Suena a romántico el no utilizar los conocimientos y los cálculos
en astrología para determinar la fecha exacta y seguir la tradición milenaria
de la observación, pero así se mantiene la incertidumbre hasta el último
momento para añadirle algo de misterio. Al final es el Ministerio de Asuntos
Islámicos y del Habous el que anuncia por radio y televisión la fecha oficial
del inicio del Ramadán. Por cierto, que la fecha varía según los países y
aunque se están haciendo esfuerzos para su unificación en todo el Islam no parece fácil.
Dicen
que lo que más cuesta son los tres primeros días hasta que se acostumbra el
cuerpo y que lo que más se echa a faltar es el café o el té de la mañana.
La falta del café o del té les ocasiona
dolor de cabeza los primeros días.
El
ramadán afecta y se nota en la vida diaria de Marruecos, todo es más lento y
baja la actividad y desde luego las revoluciones. Los extranjeros que viven en
Marruecos aprovechan el ramadán para irse a sus países de vacaciones, muchas
empresas cierran para evitarse problemas porque el rendimiento laboral baja
sensiblemente, otras reducen sus horarios adecuándolos al ayuno y todos los
cafés y restaurantes permanecen cerrados durante el día. Todos no,
sorprendentemente los Mac Donald´s son los únicos establecimientos que
permanecen abiertos con un gran cartel que dice “solo se sirve a los niños y a
los extranjeros”. Pero así y todo, el
paisaje de la ciudad aletargada te llamará la atención.
El
ramadán tiene un coste económico para el país no despreciable. Los turistas se
retraen, la actividad productiva baja y el PIB se resiente, pero no importa. En
este caso, la tradición manda sobre la economía.
Duermen
poco y mal y conforme avanza el ramadán los verás más cansados y más fatigados
hasta la última semana en que los efectos se hacen mucho más evidentes. Como
duermen poco y mal, cunde el mal humor, aumentan las riñas y se enzarzan en
discusiones estériles. Lo saben, pero lo asumen y te lo explican como efectos
colaterales.
Se
habla más de comida y todo invita a estar en la casa, estirado en el sofá
frente al televisor, viendo las intrascendentes teleseries de la programación
especial para este mes que emiten las cadenas locales. Las horas frente al
televisor aumentan de forma significativa y las cadenas locales aumentan su
cuota de pantalla, en detrimento de las cadenas extranjeras, aunque todos
critican la programación de cada año.
Hacia
las cuatro de la tarde empieza la actividad. Las mujeres salen para hacer las
compras de última hora para preparar la comida y el tráfico aumenta porque
todos quieren estar en casa para la puesta del sol. Llevan muchas horas de
ayuno y tienen prisa lo que hace especialmente peligrosa la conducción en estas
horas así que, si puedes, harás bien en evitar coger el coche.
Al
final llega el momento más importante del día, la puesta del sol y el “ftour “o
la comida de ruptura del ayuno. Por cierto, nuestra expresión “desayuno”
también quiere decir ruptura del ayuno.
Todos
están sentados en la mesa con la comida delante esperando la señal. Es como
cuando en el reveillón de fin de año todos están con las uvas delante esperando
las campanadas. Aquí la señal la da el muhacín con la llamada a la oración del
crepúsculo o una salva de cañón que en Rabat sale del Palacio Real y en las
otras ciudades de algún viejo y
tradicional cañón.
En
estos momentos no verás a nadie en la calle. Ni policías, ni taxis, ni
peatones, la ciudad se queda completamente vacía. El paisaje urbano deviene
inédito y extraño.
El
ftour básico consiste en un vaso de leche, luego la “harira”, la tradicional
sopa marroquí que precede a un huevo duro especiado con comino y unos dátiles
y, al final, la “chebaquia” un pastel ineludible en estas fechas con mucha
miel. Esta es la base incuestionable e invariable y a partir de aquí cada cual
puede añadir lo que quiera.
Si
estás en Rabat en ramadán deberás ir a Chez Ouazzani o a El Bahía para el
romper el ayuno porque son los más
auténticos. Ves y descubrirás el por qué.
Luego,
poco a poco, una explosión de vida inunda la calle. Los comercios abren, las
cafeterías se llenan de gente y todos salen a celebrar el fin del ayuno. El
ambiente es de fiesta y la música suena por todas partes. La ciudad renace de
nuevo con todo su ímpetu.
Hay
una noche especial, la del día 26 conocida como la noche del destino en que se
celebra la revelación del Corán al profeta. Los ángeles descienden a la tierra
desde la puesta del sol hasta el alba y los espíritus de los muertos vistan a
sus familias. Es el único día del ramadán en el que se come el cús-cús. Es un
día de especial espiritualidad en el
que habrá que vestirse de forma tradicional e ir a la mezquita a dar las
gracias a Dios y rezar toda la noche hasta el alba.
También
es el día de los niños que este día y solo este día se inician en el ayuno. Los
visten de gala, ellas maquilladas y con el kaftan y ellos con la chilaba.
Después de la ruptura del ayuno las madres los llevan a pasear y las tiendas de
fotografía preparan un escenario con un sillón que parece un trono para
hacerles la inevitable fotografía que guardarán con cariño como recuerdo de
aquel ramadán.
Hay
quien dice que, al día siguiente, hay que visitar el cementerio, llevar agua de
azahar y velas a los familiares que allí descansan y dar el valor de un día de
comida a los pobres para validar el ayuno. Pero en esto hay división de
opiniones.
Te
dirán que el ayuno es bueno para la salud, que limpia el cuerpo por dentro, que
pierden peso y que todo son ventajas. No hay evidencias científicas pero ellos
lo ven así.
Con
el tiempo llegarás a la conclusión que el ramadán bien hecho imprime carácter y
fortalece el espíritu y poco a poco te irás adaptando con pequeños esfuerzos o
sacrificios. Pasarás del desayuno a la cena suprimiendo la comida y no te
apetecerá comer o beber en público.
Y
hasta hay quien, de regreso a su país en Europa, hace el ramadán a su manera
dejando de fumar y de beber alcohol durante todo el mes.