DAKHLA
Es el viaje que todos los españoles que están en Marruecos deberían hacer pero que muy pocos hacen.
Es la
ciudad del país en que más contentos están de que les visiten los españoles y sus mayores
hablan nuestro idioma, lo que por sí solo justificaría el viaje. No lo hacemos porque está a 1.700 kms de Rabat. Aviso, la distancia es
sobre todo psicológica,
porque hay vuelo diario desde Casablanca operado por Royal Air Maroc que sale a
las 21,30 hrs con lo que el enlace es fácil. El vuelo siempre sale con retraso, que no es
mucho, pero tendrás la
impresión de que hacen lo
posible para mantener la tradición de la impuntualidad sin razón aparente.
Dakhla es la antigua Villa Cisneros, su
historia es la del Sahara que fue español hasta 1975 y una cierta mala
conciencia hace que en España no se hable o se hable poco de aquella época. Dakhla es víctima de esta falta de interés.
El aeropuerto se llama Villa Dakhla como un
guiño al pasado y está en
el centro de la localidad. Todos los hoteles te ofrecerán “traslado del aeropuerto al hotel” por 200 dhs, pero cuando estés allí
comprobarás que tan generoso
ofrecimiento es por un trayecto muy corto que en taxi no va más allá de los 30 dhs.
El hotel de referencia es el CALIPAU por su
piscina, por su terraza, por sus vistas
y porque se permite el lujo de no tener wifi en las habitaciones. Es
caro, pero si puedes piensa que te lo mereces, y si tienes algún contacto en Dakhla que te pueda hacer la
reserva es posible que te arreglen el precio. El Rey Mohamed VI cuando va a
Dakhla se aloja allí lo
que es toda una carta de presentación.
La
entrada te sorprenderá por su
austeridad y porque nada tiene que ver con su contenido. Las habitaciones son
correctas pero no lujosas, en la recepción acostumbra a no haber nadie así que tendrás
que buscar tu interlocutor dentro del hotel y no es céntrico. Nada es perfecto. Pero es ideal para
retirarse a escribir una novela y porque el gerente, que se llama Alito y habla
español , te
resolverá todas tus necesidades y
te organizará tus excursiones. Es de
fiar.
Si quieres ir al centro tendrás que optar por el hotel Bab el Bahar con su
espléndida terraza al mar y
otras alternativas son el hotel Buenavista con algunas habitaciones que dan al
mar o el Sahara Regency, el más
antiguo, con gran entrada y grandes salones, pero con habitaciones
manifiestamente mejorables.
Para orientarte y
organizarte lo primero que has de hacer es ir a comer a “Casa Lola” y preguntar
por Lola ( casalola.dakhla@gmail.com y tel:
0528930692.). Es el punto de encuentro de todos los españoles. Ejerce como si
fuese nuestro cónsul honorario, te ofrecerá una cerveza fría, si le avisas con
tiempo te preparará un Tajín de camello, te explicará cómo ha ido a parar a
este paraíso perdido y te transmitirá su pasión por la vida. Lola te ayudará a
entender Dakhla y te contagiará su optimismo por el futuro de la ciudad. Además
se come bien.
Dakhla,
la antigua Villa Cisneros está en una ubicación única, dentro de una inmensa bahía
que los españoles en su época llamaron Rio de Oro. Por alguna razón será.
Sopla
viento, siempre sopla viento y la temperatura es sorprendentemente agradable
todo el año a pesar de estar y ser el desierto del Sahara.
Los horarios son relajados. A la ciudad le
cuesta ponerse en marcha por las mañanas, la vida se detiene al mediodía y es al ponerse el sol cuando todos salen
a la calle y alcanza la plena actividad. Te dirán que los horarios son una herencia de los
españoles.
Descubrirás un paseo marítimo, que ellos llaman “la corniche”, que te enamorará. Todo invita a caminar sin prisas mirando al mar y
deberás hacer un descanso en
la mítica terraza del
Samarkanda. En Dakhla todo pasa por la terraza del Samarkanda y cualquier
historia, novela o película
que se desarrolle en la ciudad tendrá obligatoriamente su capítulo o escena en esta terraza. Es algo
parecido a la terraza del hotel Balima en Rabat.
Dakhla es sinónimo de pesca y su economía gira alrededor de la pesca hasta que el
turismo consiga hacerse su espacio.
Deberás ir a visitar el puerto pesquero donde
dicen que entran más de
1.000 tn diarias de sardinas. El desorden organizado de los barcos descargando
la pesca es una imagen potente. La multitud de barcos castigados por el paso
del tiempo y que sorprendentemente siguen faenando te cautivará y los dos barcos medio desguazados y
abandonados en medio de la inmensa explanada te dará una idea de la relatividad de la vida.
Dakhla es también la capital del pulpo, es más, buena parte del famoso pulpo gallego que
consumimos en España viene de Dakhla. Para comprobarlo deberás ir al poblado de La Sarga a unos 13 kms de la
ciudad. Justo donde se encuentran el inmenso océano con la entrada de la laguna de Rio de
Oro. En la punta de la península
de Dakhla miles de pequeñas barcas artesanales descansan sobre la arena. Otra
vez el desorden organizado.
La llegada de las embarcaciones, la descarga
manual del resultado de su jornada en la mar y su traslado a la lonja te
recordarán los reportajes del
National Geografic.
No busques un pintoresco pueblo pesquero
porque no existe, solo encontrarás muchas y básicas chabolas sobre la arena donde viven algunos
pescadores.
No te olvides de ir al mercado central de la
ciudad donde la omnipresencia de los puestos de pesca y el tamaño de las
corvinas te recordará que
estás en una de las pesquerías más importantes del mundo.
Dakhla es también sinónimo de viento y con el transcurso del
tiempo se ha ido consolidando como una de las capitales mundiales de kit surf.
Al fondo de la bahía y en
medio de la nada han ido instalándose
varios campamentos para la práctica
de los deportes de vela. No hay olas y siempre sopla el viento; es el escenario
soñado para los aficionados. Hay gente
de todo el mundo, todo incluido, todo está previsto y todo es muy francés. No salen del campamento durante toda su
estancia. Algo así como
los Club Med pero para el kit surf. Harás bien en visitar alguno.
Puestos a salir de Dakhla te recomendarán ir a la Duna Blanca. Es
verdad que es una inmensa duna, es verdad que es de color blanco y es verdad
que está junto al mar, pero lo más sugestivo es
el paisaje del desierto tocando el mar en una playa infinita y el camino para
llegar por lo que ellos llaman pista pero que no tiene marca ni señalización de ningún
tipo.
Por el camino te dirán que te llevarán a “la source” de aguas calientes y sulfurosas, tú
imaginarás un balneario spa y te equivocarás una vez más. Todo se reduce a un marroquí, con una gran manguera artesanal que te
lanzará agua a presión mientras estás estirado en el suelo al aire libre en
pleno desierto. Eso sí,
antes de tan inolvidable experiencia, te explicará los mil y un efectos medicinales para la
piel.
Para comer dos recomendaciones. Una es el
criadero de ostras a las afueras de Dakhla. El restaurante no tiene nombre, es
una cooperativa de “coquillage” en la que cultivan ostras, la instalación recuerda
a los merenderos de los años 70 en la
costas españolas, no hay ninguna concesión a la modernidad, al diseño o a la comodidad, pero
las ostras son las mayores y las mejores que habrás probado en tu vida. Ostras vivas, ostras
grillés o tajín de ostras
componen todo el repertorio. No lo dejes para una cena porque no abren por las
noches.
La otra recomendación es el restaurante Villa Dakhla en la
corniche. Además del comedor interior
tiene cinco mesas en la terraza al aire libre sobre el mar. La sorpresa está sentada en una de estas mesas y es la
propietaria. Se llama Joselyne, está sola, es francesa, rubia, vestida al estilo de la
Costa Azul, siempre tiene delante una gran copa de vino blanco con un cubito de
hielo y fuma con boquilla. Parece salida de una novela o de una película francesa de los años 70 y lleva siete
años en su querida Dakhla. Querrás saber de su vida pero ella solo te dará atinados y certeros consejos.
Te podría hablar
de sus habitantes, de su generosa hospitalidad, de su dignidad y orgullo, de
sus mujeres vestidas con el melfa de vistosos colores, de los camellos y de las
noches en el desierto pero esto no se escribe, solo se puede ver y vivir……..y
deberás dejar alguna excursión pendiente que te servirá de incentivo para
regresar otra vez y despedirte diciendo “hasta pronto”.
Y si quieres saber algo de la historia de
Villa Cisneros te recomiendo que la busques por internet. Está todo. Pero aviso, a mí me ha dejado una cierta sensación de melancolía……….
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