El hammam es una institución y un clásico en Marruecos.
Todo empezó cuando los árabes conquistaron Siria, conocieron las termas
romanas, les gustaron y decidieron incorporarlas a su cultura como baños
árabes.
Su práctica se extendió a partir del siglo VII con el profeta Mahoma al que
gustaba este tipo de baño hasta el punto de promoverlo y recomendarlo,
convencido de que era una práctica saludable que aumentaba la fertilidad y así
ayudaba a la reproducción de los creyentes.
A partir de ese momento adquiere un significado religioso como baño
purificador antes de ir a la mezquita a rezar y, poco a poco, se irá
transformando en un elemento esencial para la vida social en el islam.
En Marruecos lo introducen los almohades, una dinastía piadosa, obsesionada
por la pureza y la limpieza. Al llegar al poder, hacia el año 1.150, construyen
numerosos hammams (solo en Fez
construyeron 83).
En un principio estaban junto a las mezquitas, luego se fueron
multiplicando hasta el punto que formó parte de los lugares esenciales du
cualquier barrio: una fuente, un horno de pan, un hammam y una mezquita. Toda
una lección de urbanismo social.
Reservados en un principio a los hombres, enseguida lo hicieron suyo las
mujeres como su punto de encuentro, casi el único que estaba bien visto para
ellas. El lugar, entre otras muchas cosas,
permitía a las madres elegir la futura esposa para sus hijos o a las
casaderas profesionales elegir a las mejores jóvenes listas para el matrimonio.
En Marruecos el hammam es para las
mujeres el equivalente a los cafés para los hombres.
El horno de leña que calienta el suelo y el agua se utiliza también para la preparación del los
“tanjias” que es un plato del sur en el que la carne se cuece lentamente dentro
de un recipiente de barro. Para el “mechoui”, que es un espléndido cordero
asado a fuego lento, utilizan los hornos de pan que hay en los barrios.
Al hammam hay que ir, al menos, una vez por semana y preferiblemente los
jueves para preparar la visita a la mezquita del
viernes.
El ritual comienza con una estancia de 15 a 30 minutos en la sala caliente
a unos 40º de temperatura. La sudoración te abrirá los poros y preparará la
piel para una limpieza en profundidad.
Luego te aplicarán por todo el cuerpo el jabón negro hecho a base de
aceite de oliva, potasio y aceitunas negras maceradas que le dan el color. Su
finalidad es eliminar las toxinas que acompañan a la sudoración y hacer aflorar las células muertas preparando
la piel para una exfoliación profunda. Después viene el “gommage” una friega
fuerte, al límite del dolor, con un guante de crin llamado “kis” que encontrarás
por todas partes e incluso para los más valientes con una piedra porosa. El
“gommage” dura entre 15 y 20 minutos y su finalidad es la eliminación de las
células muertas de la piel. Personas con piel sensible abstenerse. Después te
limpiarán con agua caliente vertida con un cazo de cobre por todo el cuerpo.
La piel ya está lista para la aplicación del “ghassoul” que es una arcilla
de origen volcánico procedente del medio Atlas con propiedades purificantes,
antioxidantes y suavizantes. Te cubrirán el cuerpo, lo dejarán que actúe unos
10 minutos y te lo eliminarán con agua tibia. Te dejarán la piel suave y
brillante.
Lo ideal es que luego te hagan pasar a una sala de reposo donde podrás
descansar cubierto de toallas y beber el té a la menta bien caliente o zumo de
naranja.
Hammams hay de varios tipos. Los de los hoteles que están pensados a los
extranjeros son caros y no encontrarás marroquíes. Tú mismo. Los de las
peluquerías y clubs deportivos o gimnasios son los más recomendables para los
extranjeros. Limpios y con muy buen servicio. Se mezclan los autóctonos con los
foráneos. Y los de barrio, que son los más auténticos y deberías probarlos. No
exhiben carteles por lo que tendrás que preguntar dónde están situados. Solo
encontrarás autóctonos, su precio para entrar es de alrededor de 15 dhs, gommage aparte y su horario es de 06 a 10
horas para hombres, de 10 a 20 horas para las mujeres y de 20 a 24 horas para
los hombres.
Mientras los hombres se caracterizan por llevar siempre cubiertas sus
partes y su extrema pudicia incluso en el vestuario, explican que las mujeres
en el hammam llaman la atención por su desnudez, su familiaridad, sus
conversaciones de elevado tono y sus confesiones íntimas que te harán
enrojecer.
Conclusión, todo un ritual que harás bien en conocer y disfrutar. Luego tú
decides si quieres repetir.
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