La fiesta del Cordero o la fiesta del Sacrificio (aïd al adha) o la fiesta
Grande (aïd al kebir) es el equivalente a nuestra Navidad. Se reúne toda la
familia, se dejan aparte las desavenencias y todos juntos sacrifican y comen el
cordero.
Es la fiesta mayor de los musulmanes. Conmemoran el pasaje de la biblia en
el que Dios le pide a Abraham que sacrifique a su hijo primogénito Ismael.
Abraham, en muestra de obediencia y sometimiento a la voluntad de Dios, levanta el cuchillo para degollar a su hijo
momento en el que el ángel Gabriel le sujeta el brazo para evitar la inmolación
y luego, en señal de agradecimiento, Abraham sacrificará un cordero. Conviene
recordar que islam quiere decir sumisión y que el sacrificio de su hijo por
Abraham se considera el máximo exponente de la sumisión y obediencia.
Los días antes de la fiesta podremos ver puestos de venta de corderos en
todos los mercados y gran tráfico de furgonetas y coches cargados con el
correspondiente animal que cada familia lleva a su casa. La imagen es
pintoresca.
El cordero deberá tener un mínimo de seis meses, estar en perfecto estado,
no sirve el enfermo, tuerto o cojo, y su precio oscila entre los 200 y los 400
euros, que no es poco.
Da la impresión que una de las funciones más importantes del cabeza de
familia en Marruecos es conseguir un cordero para el äid al kebir. El hombre
que no es capaz de llevar un cordero a casa quedará condenado socialmente. No
sirve ni para aportar el cordero a la gran fiesta.
En los garajes de muchas casas y viviendas podremos ver un espacio
destinado a guardar los corderos vivos y una zona alicatada con abundante agua
y ganchos colgando del techo para hacer la matanza. Llegado el día, muchos
esperan en el salón mirando la televisión el momento en que el rey degüella el
cordero; ese acto es retransmitido y es algo así como la señal de salida para
que sus súbditos empiecen la fiesta.
El cordero deberá ser degollado con un cuchillo y mirando hacia la Meca.
Dicen que es la manera “halal” y en que menos sufre. Se espera que se desangre,
luego se produce el desollado o retirada de la piel y al final es troceado
hábilmente. Algunos “matarifes” por el módico precio de unos 20 euros subirán a
tu casa para hacerte la matanza. De esta fiesta debe venir la expresión “mirada
de cordero degollado”.
Poco a poco verás por las calles carros cargados de pieles de cordero y
fuegos en los que se asan las cabezas y las patas de los corderos originando un
olor característico que te costará olvidar.
El mismo día de la matanza se comen las vísceras y al día siguiente se
preparan los exquisitos platos del cordero del que una tercera parte deberá ser
entregada a los pobres o necesitados.
Todos se visten de fiesta, habrá mucho té, pastas y dátiles y todos se
desearán feliz fiesta. Es un día para la bondad, la generosidad y los buenos
sentimientos. Lo dicho, suena a Navidad.
En la memoria colectiva de todos los marroquíes está grabado el año 1.996.
Sufrían una inmensa sequía, el año económico había sido catastrófico con un
crecimiento negativo de -6,5% del PIB, la inflación estaba en el 6% y la caja
del estado estaba vacía. Desde el entorno de palacio se había filtrado la
información de que para celebrar el aïd al kebir se necesitaban 4,7 millones de
corderos, que en el país solo contaban con 3 millones de corderos y que habría
que importar 1,7 millones de corderos pagados con divisas que no tenían.
El dilema estaba servido. Celebrar la fiesta supondría hundir la economía
del país y agotar las reservas de carne para todo el año con el correspondiente
aumento de precios o renunciar a la fiesta del cordero y faltar a la memoria de
los antepasados, romper una tradición milenaria, enojar a Alá por ir contra la cultura del islam y no celebrar su navidad. No era
fácil.
El 29 de marzo, a las ocho horas, todas las cadenas de televisión
interrumpieron la programación pues el rey Hassan II iba a dirigirse a todos
los ciudadanos, tenía algo importante que decirles. Comenzó diciendo que la
fiesta del cordero simboliza la máxima expresión de la sumisión y obediencia al
servicio de Dios, que como Comendador de los Creyentes debe defender el islam,
sus pilares y la tradición contra toda desviación, que siempre ha vigilado la
celebración de las fiestas religiosas como es debido respetando su carácter
sagrado….luego explicará la difícil situación económica del país e irá
desgranando argumentos hasta el final en que recuerda que, de acuerdo con el
Corán, entre dos alternativas perjudiciales es obligado optar por la menos
perjudicial y acabará con la solemne recomendación de no celebrar la fiesta del
cordero. El día de la fiesta, con todo el boato y retransmitido por la
televisión, el rey Hassan II sacrificó un cordero en nombre de todo el pueblo
de Marruecos.
Esta historia está recogida en todas las antologías como una muestra de la
inteligencia, sagacidad y capacidad política
de Hassan II.
La realidad fue que algunos ya habían comprado el cordero y celebraron la
fiesta con discreción, que muchos compraron alguna pieza de cordero, a pesar de
que los precios se habían disparado, para poder celebrar la fiesta y comer
cordero aunque fuera poco y que nadie olvidará el aíd al kebir del año 1.996.