viernes, 8 de marzo de 2013

Pequeñas diferencias






Para quedar bien, algunos políticos que vienen a Marruecos dicen en su discurso que compartimos la misma cultura, que somos iguales. Los que vivimos aquí nos miramos perplejos y con un guiño de complicidad pensamos que no es exactamente así, que hay algunas pequeñas diferencias.

Por ejemplo la puntualidad. Para ellos no es importante ni se valora la puntualidad. Es más, se sorprenderán si te quejas y no lo entenderán. Los grandes señores y los poderosos nunca fueron puntuales. En Europa nos dicen que el tiempo es oro, que llegar tarde es no respetar nuestro tiempo pero aquí todo es más relativo. Lo que les sobra es tiempo. Te dirán que tú tienes el reloj, pero ellos tienen el tiempo.

La puntualidad está reflejada en aquel sobrentendido marroquí que viene a decir “Quedamos a las ocho, te esperaré hasta las nueve y me iré a las diez.”, lo que da una idea su noción del tiempo. A pesar de todo, es justo reconocer que en el ámbito de la administración y los negocios están mejorando.

Enviar un correo electrónico no está bien visto, es demasiado frío, da sensación de prisa y no les gusta. Tendrás que ir a verle o como mínimo llamarle por teléfono, interesarte por su familia, por su salud y como le van las cosas y al final, solo al final, decirle de que va el tema y anunciarle que le enviarás un correo electrónico.

Para ellos, que llevan cinco mil años negociando, es imprescindible verte y conocerte. Nunca cerrarán un negocio o un acuerdo sin haberte visto. Quieren saber quién eres y decidir por la vista y la conversación si eres de fiar. Esto en un mundo global y con prisas crea problemas. Les dices que tienen toda la información, que les has enviado todos los datos para decidir y al final siempre te sorprenderán diciendo quiero verlo o quiero verte. Así son y por esto ellos te pueden enredar a ti pero tú nunca les podrás enredar ellos.
Son sutiles y con el tiempo aprenderás que lo importante, lo realmente importante es lo que no se ha dicho pero se sobreentiende. Les gusta hablar. Estarás hablando mucho tiempo revoloteando alrededor del tema pero te va a ser difícil entrar a concretar. Es posible que cuando tu ya des el tema y la oportunidad por perdida, al final, al apretarte la mano te deje caer “de lo tuyo no te preocupes, está resuelto”.

Un amigo diplomático me dice que cuando cierras un acuerdo lo importante para saber que piensan es buscar lo que no se ha escrito, lo que hay detrás de lo escrito. Poco es expreso y hay muchos tácitos.

Su escala de valores o sus prioridades no son iguales. Cuando te saludan, te preguntan por la familia y por la salud, nunca por el trabajo. Nosotros cuando nos saludamos solo preguntamos por el trabajo. Nosotros vivimos para trabajar y ellos el trabajo lo ven de otra forma.

Para intentar entender su noción del tiempo basta con observarlos sentados en el café. No leen, tampoco hablan y ni siquiera consumen, solo contemplan el horizonte y ven pasar el tiempo. A nosotros nos entrarían remordimientos, pensaríamos que estamos desperdiciando momentos para hacer otras cosas  y nos pondríamos nerviosos. Ellos no, piensan que perder el tiempo es la esencia y unos de los grandes placeres de la vida. Probablemente tienen razón.






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