domingo, 9 de junio de 2013

Las lenguas en Marruecos



El decidido impulso del árabe con la independencia, el reconocimiento y la oficialización del amazingh como idioma de los bereberes, el francés como lengua de los negocios y la progresiva  incorporación del inglés con las nuevas tecnologías conforman una curiosa Babel en el Reino de Marruecos. La cuestión de las lenguas es un tema de permanente debate.

Para entender este lío habrá que recurrir a la historia. Marruecos era una nación bereber hasta la llegada de los árabes procedentes del oriente en el siglo VII. Con los árabes llega el islam, su lengua, la erudición y las nuevas ideas a la corte y a las ciudades, pero la cultura bereber seguirá viva en el Marruecos rural.

Al margen de la limitada influencia de los Reinos de Portugal y de España a los largo de la historia, será la llegada del protectorado francés en el año 1.912, con su fuerza cultural  y la apertura de sus liceos y colegios,  la que hará del francés la lengua normal en la administración y en los negocios.

La declaración de independencia en el año 1.956 supondrá una decidida apuesta por la arabización del país como afirmación de su identidad nacional frente a la potencia colonial.

Por último y siguiendo la tendencia del reconocimiento de derechos de las minorías frente al los riesgos de la homogenización cultural, la Constitución del año 2011, junto al árabe, reconocerá el carácter de lengua oficial a la lengua de los bereberes el amazingh.

Este galimatías se traduce en que el árabe es la lengua de Marruecos, entre otras razones porque es la lengua del islam y de los musulmanes. Habrá que saber leerlo para poder leer el Corán y habrá que saber escribirlo porque los carteles, los libros y los documentos oficiales se escriben en árabe. Otra cosa es la lengua hablada, el dialecto, que en Marruecos es el dariya y que curiosamente no tiene consolidadas las reglas de escritura. Dicho de otra manera, en todo el mundo islámico se escribe y se lee en árabe clásico pero luego cada cual habla su dialecto que no entienden los demás. Peculiar.

El amazingh  es oficial gracias al apoyo de múltiples ONG´s y asociaciones culturales que llevan años reivindicándolo como seña de identidad y afirmación de la diferencia bereber de Marruecos frente a la hegemonía creciente del árabe. Ahora la pelota está en el tejado del gobierno islamista para ver qué dirá la tan anunciada ley orgánica que debe traducir en hechos la oficialización de esta lengua. De momento y en el sur, podrás ver algún restaurante y comercio para extranjeros rotulado en amazing y en francés, pero no en árabe para afirmar su personalidad.

El francés es la lengua de la élite y de los negocios. Las familias que pueden llevan a sus hijos a los colegios franceses y los franceses tienen en Marruecos la mayor red de colegios en el extranjero que va desde maternal hasta la universidad. En el ámbito oficial todos te hablarán del árabe, pero llevan a sus hijos  a los colegios franceses y son de cultura francófona. Son cosas de la política.

Al final oirás a los jóvenes hablando en dariya pero intercalando palabras y expresiones en francés, en español y en inglés. Ininteligible.


La ventaja es que con este panorama a los jóvenes marroquíes les es especialmente fácil el aprendizaje de otros idiomas y mientras se discute si árabe, amazingh o francés, el inglés va haciendo su camino y es posible que de aquí unos años los jóvenes de uno y otro lado del mediterráneo se entiendan en inglés.




sábado, 1 de junio de 2013

Rabat



Como tantas cosas en la vida todo empezó por la codicia. La codicia de los romanos que se sintieron  atraídos por las riquezas de lo que se llamaría la provincia de Mauritania Tingitana.

En su avance hacia el sur, en lo que sería el límite de su imperio, descubrieron un rico valle conformado por el lecho de un río y, con su visión estratégica, decidieron construir una ciudadela en la colina que dominaba el fértil valle del río. Al río le llamaron Sala y al emplazamiento Sala Colonia. Hoy esta ciudadela es conocida como  la Chellah.

Disfruta de su ubicación y de sus espectaculares murallas desde la distancia. Luego deja volar tu imaginación sobre lo que debe haber en su interior porque si entras solo encontrarás unas ruinas bastante abandonadas, muchos nidos de cigüeñas  y el inevitable estanque al que lanzar una moneda para asegurarte que volverás.

La caída del imperio romano trajo la decadencia a este emplazamiento en el que solo consta la instalación de algunas tribus bereberes. Hacia el siglo X, estas tribus fundaron la ciudad de Salé en el margen derecho de la desembocadura del rio que hoy se llama el Bouregreg.

En el siglo XI vinieron los almorávides desde el sur y, para preparar la toma de Salé, construyeron una pequeña fortaleza sobre los peñones rocosos de la margen izquierda de la desembocadura. La fortaleza hizo su trabajo y les permitió conquistar aquella ciudad en  el 1.068.

Para proteger las embarcaciones que participaban en la conquista de la Andalucía y del norte del Magreb, a principios del siglo XII en el año 1.150, la nueva dinastía de los almohades amplió la fortaleza dándole la configuración de una pequeña ciudad. Es lo que hoy conocemos como Kasbah de los Oudayas.

La visita a los Oudayas es obligada. La panorámica desde el lugar habilitado como aparcamiento es espectacular. Verás a la izquierda el cementerio cayendo sobre el mar, un poco más allá el faro que construyeron los franceses y que hace años dejó de funcionar, la playa de Rabat a los pies y el inmenso océano como telón de fondo.

En la misma entrada podrás ver, a la izquierda, la puerta de los Oudayas y, si tienes suerte, alguna exposición en la sala a la que da acceso. Disfruta de la puerta porque vale la pena.

La Kasbah es un pequeño barrio aislado del resto de la ciudad. El paseo por sus estrechas calles te trasladará a algunos siglos atrás, los colores azules te recordará a algunos pueblos andaluces, descubrirás cada vez que la visites rincones mágicos y con encanto y  al final, inevitablemente, te sentarás en el café Mauro a tomar un té a la menta y comer un cuerno de gacela mientras te recreas contemplando el paisaje. A la salida, mostrando el refinamiento de aquella época, atravesarás el jardín andaluz lleno de colorido, aspirarás sus fragancias, verás sus naranjos  y algún que otro gato.

El conjunto de la fortaleza y sus alrededores que inicialmente se  llamó  Ribat-Salé, más tarde pasó a denominarse Ribat –Al Fath o fortaleza de la victoria en homenaje a sus conquistas.

Entre los herederos del imperio almohade que se extendía desde Castilla hasta Trípoli merece ser recordado  Yacoub El Mansour quien construyó las primeras murallas de la ciudad y nos ha legado la Tour Hassan. La Tour Hassan es a Rabat lo que la torre Eiffel a Paris, la Estatua de la Libertad a Nueva York o la Sagrada Familia a Barcelona. Es el símbolo de Rabat.

Siempre que tengas invitados deberás llevarlos a visitarla. Aprovecha las primeras horas de la mañana para hacerlo  porque la luz  hace fascinantes sus colores ocres.

Te repetirán muchas veces que es hermana de la Giralda de Sevilla y de la Koutubia de Marraquech, que son de la misma época y del mismo estilo, todas ellas símbolo de la grandeza almohade.

Yacoub Al Mansour, al final de su reinado, se propuso construir la mayor mezquita del mundo musulmán con capacidad para 40.000 fieles  con la idea de que su ejército pudiera rezar en ella. Su muerte, acaecida en  1.199, hizo que se suspendieran las obras a pesar de que la estructura principal de la mezquita estaba bastante avanzada. En 1.755 se produjo un importante terremoto que destruyó, al igual que la ciudad de Lisboa, gran parte de la metrópoli y de la mezquita de la que  solo se salvaron el minarete y las bases de las columnas  que es lo que hoy podemos visitar. Hay que agradecer el acierto de no quererla terminar y respetar su historia con todo lo que supone.

La torre tiene 44 metros de altura en lugar de los 80 que estaban previstos y en su interior  se mantiene una rampa por la que subían las mulas para facilitar la construcción y que estuvo abierta al público durante muchos años, pero la irresistible atracción al salto al vacío de algunos visitantes musulmanes  motivó su cierre.

Enfrente y construido en el lugar donde el Rey Mohamed V dirigió la primera oración del viernes después de la independencia, encontrarás el Mausoleo.

La obra se inició en el año 1.961, cuenta con todos los elementos tradicionales de la artesanía  marroquí y está coronada por un tejado de tejas verdes que es el color del islam y de la dinastía alauita. En su interior podemos encontrar en el centro la tumba donde descansan los restos del Rey Mohamed V y a los lados la del rey Hassan II y su hermano el Príncipe Abdallah.

Con indisimulado orgullo te recordarán que en los funerales de Hassan II, Juan Carlos, el Rey de España no pudo contener las lágrimas. La imagen está gravada en la memoria colectiva de los marroquíes y ha sido la mayor aportación a las relaciones de amistad entre España y Marruecos. Los marroquíes son muy sensibles y dan mucha importancia a los gestos.

El mejor momento para visitar el Mausoleo es por la tarde y a la caída del sol. Hazlo y descubrirás el por qué.

La vida de las ciudades, al igual que la de las personas tiene épocas buenas y épocas malas. En lo que ya se conocía como Ar-Ribat o Rabat, después del los almohades le siguió una época mala, de decadencia o gris que durará hasta el año 1.610 en que llega una oleada de musulmanes expulsados de España que aumentará de forma definitiva la población. Los descendientes de aquellos moriscos siguen siendo conocidos como rabatis.

La ciudad renacerá con fuerza en el año 1.912 con su designación como capital del reino. La instalación del Sultán con su corte en el Palacio Real y la decidida apuesta del protectorado francés por Rabat supondrán un nuevo y definitivo impulso.

Será el Mariscal Lyautey, con su fuerte personalidad, fina sensibilidad y especial acierto, quien creará las bases del Rabat que hoy conocemos.

Lautey, que fue Residente General en Marruecos hasta el año 1.923 y luego se retiró a su Francia natal, dejó escrito que quería ser enterrado en Rabat y así  fue. Pero si buscas su panteón no lo  encontrarás. En 1961, por orden del general De Gaulle, sus restos fueron trasladados al Hospital des Invalides en París para evitar que fueran profanados. Una lástima.

Rabat ha sido declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en el año 2012, coincidiendo con el centenario de su capitalidad. Una decisión acertada. Pero con el tiempo comprobarás que los atractivos de Rabat no están en sus grandes monumentos, están en las cotidianidades que descubrirás caminando por sus calles.