martes, 14 de mayo de 2013

El hammam



El hammam es una institución y un clásico en Marruecos.

Todo empezó cuando los árabes conquistaron Siria, conocieron las termas romanas, les gustaron y decidieron incorporarlas a su cultura como baños árabes.

Su práctica se extendió a partir del siglo VII con el profeta Mahoma al que gustaba este tipo de baño hasta el punto de promoverlo y recomendarlo, convencido de que era una práctica saludable que aumentaba la fertilidad y así ayudaba a la reproducción de los creyentes.

A partir de ese momento adquiere un significado religioso como baño purificador antes de ir a la mezquita a rezar y, poco a poco, se irá transformando en un elemento esencial para la vida social en el islam.

En Marruecos lo introducen los almohades, una dinastía piadosa, obsesionada por la pureza y la limpieza. Al llegar al poder, hacia el año 1.150, construyen numerosos hammams  (solo en Fez construyeron 83).
En un principio estaban junto a las mezquitas, luego se fueron multiplicando hasta el punto que formó parte de los lugares esenciales du cualquier barrio: una fuente, un horno de pan, un hammam y una mezquita. Toda una lección de urbanismo social.

Reservados en un principio a los hombres, enseguida lo hicieron suyo las mujeres como su punto de encuentro, casi el único que estaba bien visto para ellas. El lugar, entre otras muchas cosas,  permitía a las madres elegir la futura esposa para sus hijos o a las casaderas profesionales elegir a las mejores jóvenes listas para el matrimonio.

En Marruecos  el hammam es para las mujeres el equivalente a los cafés para los hombres.

El horno de leña que calienta el suelo y el agua  se utiliza también para la preparación del los “tanjias” que es un plato del sur en el que la carne se cuece lentamente dentro de un recipiente de barro. Para el “mechoui”, que es un espléndido cordero asado a fuego lento, utilizan los hornos de pan que hay en los barrios.

Al hammam hay que ir, al menos, una vez por semana y preferiblemente los jueves para preparar la visita a la mezquita del viernes.

El ritual comienza con una estancia de 15 a 30 minutos en la sala caliente a unos 40º de temperatura. La sudoración te abrirá los poros y preparará la piel para una limpieza en profundidad.  Luego te aplicarán por todo el cuerpo el jabón negro hecho a base de aceite de oliva, potasio y aceitunas negras maceradas que le dan el color. Su finalidad es eliminar las toxinas que acompañan a la sudoración y  hacer aflorar las células muertas preparando la piel para una exfoliación profunda. Después viene el “gommage” una friega fuerte, al límite del dolor, con un guante de crin llamado “kis” que encontrarás por todas partes e incluso para los más valientes con una piedra porosa. El “gommage” dura entre 15 y 20 minutos y su finalidad es la eliminación de las células muertas de la piel. Personas con piel sensible abstenerse. Después te limpiarán con agua caliente vertida con un cazo de cobre por todo el cuerpo.

La piel ya está lista para la aplicación del “ghassoul” que es una arcilla de origen volcánico procedente del medio Atlas con propiedades purificantes, antioxidantes y suavizantes. Te cubrirán el cuerpo, lo dejarán que actúe unos 10 minutos y te lo eliminarán con agua tibia. Te dejarán la piel suave y brillante.

Lo ideal es que luego te hagan pasar a una sala de reposo donde podrás descansar cubierto de toallas y beber el té a la menta bien caliente o zumo de naranja.

Hammams hay de varios tipos. Los de los hoteles que están pensados a los extranjeros son caros y no encontrarás marroquíes. Tú mismo. Los de las peluquerías y clubs deportivos o gimnasios son los más recomendables para los extranjeros. Limpios y con muy buen servicio. Se mezclan los autóctonos con los foráneos. Y los de barrio, que son los más auténticos y deberías probarlos. No exhiben carteles por lo que tendrás que preguntar dónde están situados. Solo encontrarás autóctonos, su precio para entrar es de alrededor de 15 dhs,  gommage aparte y su horario es de 06 a 10 horas para hombres, de 10 a 20 horas para las mujeres y de 20 a 24 horas para los hombres.

Mientras los hombres se caracterizan por llevar siempre cubiertas sus partes y su extrema pudicia incluso en el vestuario, explican que las mujeres en el hammam llaman la atención por su desnudez, su familiaridad, sus conversaciones de elevado tono y sus confesiones íntimas que te harán enrojecer.

Conclusión, todo un ritual que harás bien en conocer y disfrutar. Luego tú decides si quieres repetir.




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